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La Piedra del Sol cumple 224 años

El Discurso
Miercoles, 17 de Diciembre de 2014

En 1964 la escultura fue trasladada al Museo Nacional de Antropología. Foto: INAH       ver galería

> El monolito se encontró el 17 de diciembre de 1790, en el costado sur de la Plaza Mayor de la Ciudad de México

> Actualmente se exhibe en la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México


Este miércoles se cumplen 224 años del hallazgo de la Piedra del Sol o Calendario Azteca el cual fue localizado de manera fortuita el 17 de diciembre de 1790 en el costado sur de la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México.

Tras permanecer por más de 200 años enterrado, este monolito que representa el conocimiento astrológico que tuvo la sociedad mexica antes de la conquista española, fue localizado mientras se introducían tuberías de agua para el Centro Histórico de la capital mexicana, según dio a conocer el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) a través de un comunicado.

La arqueóloga Bertina Olmedo Vera, curadora-investigadora del Museo Nacional de Antropología, en su texto titulado Piedra del Sol, detalla que, a raíz de la destrucción de la ciudad de México-Tenochtitlan en 1521, los conquistadores removieron el monolito del recinto sagrado y lo colocaron, con el relieve hacia arriba, en la Plaza Mayor (hoy Zócalo), al poniente del palacio virreinal.

De acuerdo con el relato histórico, la piedra permaneció en este lugar durante varias décadas hasta que en la segunda mitad del siglo XVI, el arzobispo fray Alonso de Montúfar mandó voltearla y enterrarla, pues decía que “la piedra había sido obra del demonio y ejercía mala influencia en los habitantes de la ciudad”.

Posteriormente, la pieza fue encontrada en 1790, a 41.8 cm de profundidad y a 66.8 m al poniente de la segunda puerta del Real Palacio. Los trabajadores la sacaron del fango y la dejaron en posición vertical, a un lado de la excavación.

Meses después de su localización, la Piedra del Sol fue empotrada de manera vertical en la torre poniente de la Catedral Metropolitana, viendo hacia el oeste (hoy calle Cinco de Mayo). El virrey Revillagigedo pidió que permaneciera a la vista pública para que se pudiera apreciar este gran monumento de la antigüedad indígena.

En ese lugar permaneció por más de cien años hasta que en 1885 fue trasladada a la Galería de Monolitos del Antiguo Museo Nacional, en la calle de Moneda del Centro Histórico de la Ciudad de México. Para su reubicación, coordinada por Leopoldo Batres, fue necesaria una plataforma.

En 1964 y por disposición del entonces Presidente Adolfo López Mateos, la escultura fue trasladada al Museo Nacional de Antropología, en el Bosque de Chapultepec, sobre una plataforma de cemento y acero sostenida por 16 ruedas. El monolito dejó el inmueble de la calle de Moneda; mientras se entonaban Las golondrinas, pasó frente a Catedral y transitó a un costado de la Alameda y a lo largo de Paseo de la Reforma. En una hora y quince minutos, la piedra llegó a su nuevo hogar y se ubicó en el lugar de honor de la Sala Mexica.

Respecto de cuál habría sido el lugar original que ocupaba el monumento, la arqueóloga Bertina Olmedo menciona que los estudiosos han propuesto diversas teorías: que se hallaba empotrado de forma vertical en la parte superior de un templo, como se muestra en la imagen de la escultura conocida como Teocalli de la Guerra Sagrada o, quizá fue pensado para colocarse horizontalmente sobre una plataforma frente al Templo Mayor o en el Templo Yopico dedicado a Xipe Tótec.

Sobre su iconografía, la especialista explica que las imágenes labradas en su superficie expresan la cosmovisión del pueblo mexica. El disco solar está representado como una sucesión de anillos concéntricos que contienen diferentes elementos relacionados con el registro del tiempo. Presenta rayos y puntas que irradian de su superficie, los cuales marcan las cuatro direcciones y los movimientos del Sol, y en su centro se encuentra el glifo 4 Movimiento (nahui ollin), nombre del Quinto Sol, que fue la era de los mexicas.

“En el centro de este monolito se encuentra el rostro semidescarnado de Tonatiuh, dios del Sol, identificado por su decoración facial en forma de líneas que cruzan la frente y se curvan para rodear la parte externa de sus ojos, su cabello lacio y las joyas que eran características de su imagen. Su lengua está representada por un cuchillo, símbolo del sacrificio humano que el dios solar exigía para alimentarse y renacer cada día por el oriente, después de su viaje nocturno por el inframundo”, señala en su libro la especialista.

La composición de la roca con que fue elaborada es olivino de basalto, proveniente del sur de la Cuenca de México, quizá de San Ángel o el sur de Xochimilco. Probablemente fue labrada durante la época de esplendor del pueblo mexica, alrededor de 1512, por encargo de Motecuhzoma II. Pesa 24.5 toneladas y su diámetro es de 3.6 metros.

Se cree que fue arrastrada entre 12 y 22 kilómetros hasta el Recinto Sagrado de Tenochtitlan con ayuda de cuerdas, palancas y rodillos, gracias a la ayuda de cientos de hombres.

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