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Las misiones, referente de identidad del noroeste de México

El Discurso
Viernes, 20 de Noviembre de 2015

En imagen la Misión de San Ignacio Arareco, Chihuahua. Foto INAH       ver galería

* Inició el X Foro de Misiones del Noroeste de México con el fin de apoyar la investigación, protección y divulgación de este patrimonio inmaterial

* Pueblos yaquis y mayos han conservado celosamente hasta nuestros días tradiciones aprendidas y negociadas en los antiguos sitios de evangelización de los jesuitas hace 400 años

Uno de los referentes de identidad más fuerte de los pueblos de Sonora y del noroeste de México son las misiones: empresa evangelizadora para los confines incógnitos del norte, precursora de un valioso patrimonio material e inmaterial que han conservado celosamente hasta nuestros días los yaquis, mayos y pimas, además de los pueblos mestizos, con los preceptos aprendidos de los evangelizadores hace casi 400 años y refuncionalizados por ellos.

Así lo explica la historiadora Raquel Padilla Ramos, coordinadora académica del Foro de Misiones del Noroeste de México, que ayer inició su décima edición en la ciudad de Hermosillo, Sonora, organizado por el gobierno del estado a través del Instituto Sonorense de Cultura, el Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Noroeste, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Sociedad Sonorense de Historia.

El objetivo del Foro Regional ―celebrado cada dos años― es apoyar la investigación, protección y divulgación de este patrimonio existente en Sonora y en todo el noroeste de México: Baja California Sur, Baja California, Chihuahua, Durango y Sinaloa, donde se encuentra la mayor parte de misiones.

La misión fue una de las instituciones socioeconómicas más importantes en la conquista del norte de México. Su estudio e investigación es primordial para entender los diversos procesos del desarrollo cultural, social y económico de esa región distante, árida y problemática para establecer asentamientos permanentes, donde el avance del ejército español se estancó.

Fueron los jesuitas, franciscanos y dominicos quienes entre los siglos XVII y XIX conformaron la ruta de establecimientos que relativamente facilitó la tarea de evangelizar a los indígenas y enseñarles o imponerles otros modos de vida. Esas rutas misionales constituyen uno de los más importantes legados culturales de la época colonial.

Templos, cementerios, objetos litúrgicos, pinturas, esculturas y algunos retablos no son todo el acervo; también están las fiestas patronales, los oficios y talleres, la música, las danzas, la comida representada con platillos como el menudo, la gallina pinta (un caldo con carne, frijoles y granos de maíz nixtamal) y las tortillas de harina, dice la coordinadora académica del encuentro e investigadora del INAH, Raquel Padilla Ramos.

Desde 2002, el Foro de Misiones del Noroeste de México convoca a especialistas en dicha herencia cultural: arquitectos, historiadores, antropólogos y arqueólogos, quienes se reúnen para reflexionar e intercambiar puntos de vista sobre el avance de sus investigaciones y presentar ponencias dirigidas a todo público con la finalidad de dar difusión a este patrimonio.

En el X Foro se darán a conocer trabajos recientes. Se hablará también de los proyectos de conservación y restauración que se llevan a cabo en la arquitectura misional, tanto en edificaciones que continúan abiertas al servicio religioso como en las que han sido habilitadas como espacios culturales, así como en bienes muebles de distintos templos. El registro y protección de esos acervos serán otros temas para reflexionar, así como los trabajos de carácter antropológico.

Esta edición se dedica a la memoria de Julio Montané Martí, investigador del INAH-Sonora fallecido en diciembre de 2013 que legó grandes aportaciones al conocimiento del noroeste de México y una amplia bibliografía, referencia obligada para los estudioso de la protohistoria de esta área del país.

En este marco se presentarán dos libros: Las misiones jesuíticas de Sinaloa. Pasado y presente de los monumentos históricos, del arqueólogo Joel Santos Ramírez, y El sistema jesuítico misional en el noroeste novohispano. La provincia Tepehuana, Topia y San Andrés (1596-1767), de José de la Cruz Pacheco.

Raquel Padilla comenta que tan sólo en Sonora existe un universo aproximado de 120 misiones. Algunas edificaciones sobrevivieron en buen estado de conservación, de otras quedan algunos vestigios arquitectónicos y de otras más sólo el registro histórico, debido a que se encontraban en lugares apartados y quedaron abandonadas hace siglos por misioneros e indígenas.

La estudiosa menciona distintas regiones del estado donde se constituyeron estas empresas evangelizadoras. Por su arquitectura destacan las de la Pimería Alta, fundadas por el padre Eusebio Francisco Kino, actualmente abiertas al culto bajo resguardo de la Iglesia católica. También están las de la sierra, río Sonora y río Mayo.

Caso especial son los pueblos del área yaqui: misiones vivas a pesar de carecer de templos que daten de la época misional, pues todos fueron arrasados por las crecientes del río Yaqui o por las guerras: Cócorit (chile), Bácum (laguna), Tórim (rata de campo) único pueblo donde se conserva un recinto religioso, Vícam (punta de flecha), Pótam (topo), Rahum (objetos sobre el agua), Huírivis (pájaro huitlacoche) y Belem, orden en que fueron fundadas como pueblos de misión, casi todas en el actual municipio de Guaymas.

“De esas misiones emergen algunos elementos de identidad más fuertes de los pueblos yaquis debido a la religiosidad”, dice Padilla y explica que en esos lugares continúan realizándose celebraciones como la Cuaresma y Semana Santa, tal como fueron aprendidas de los jesuitas; por eso, durante las festividades se escuchan cantos en latín interpretados en semitonos.

La investigadora destaca que en Sonora y en Sinaloa la mayoría de los pueblos mayos y yaquis fueron fundados como misión; al principio de la colonización eran rancherías dispersas, y con la llegada de los religiosos sufrieron una reordenación territorial para ser evangelizados.

“Después de la expulsión jesuita en 1767, ordenada por el rey de España, los indígenas tomaron el control prácticamente total de su religiosidad a la manera como los ignacianos los enseñaron porque a diferencia de otras misiones, donde los franciscanos continuaron la labor de evangelización iniciada por jesuitas, en la región yaqui hubo muy poca continuidad por parte de las órdenes religiosas”.

El antropólogo José Luis Perea, director del Centro INAH-Sonora, destaca también el hecho de que los yaquis encuentran la prolongación de su identidad en el patrimonio histórico y detalla que, en el pueblo de Tórim, el INAH trabaja una de las primeras experiencias de restauración de imágenes religiosas con población de esa etnia.

“Un gran trabajo de vinculación con comunidades que ha permitido la restauración de esculturas de los siglos XVII y XVIII llevadas a Sonora por los jesuitas y que se siguen usando en fiestas y procesiones hasta la actualidad”.

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