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Recuperan cuchillos que representaban a Guerreros Mexicas

El Discurso
Martes, 27 de Agosto de 2013

Hechos de pedernal, los instrumentos estaban adornados con máscaras de madera, faldas de cascabeles de cobre, dardos de madera, cetros de obsidiana y puntas de proyectil. Foto:PI/Melitón Tapia       ver galería

Una vasija en forma de Tláloc (dios mexica de la lluvia), centenares de conchas y caracoles, así como 28 cuchillos de pedernal ataviados como guerreros, que datan de hace 500 años, fueron recuperados recientemente por arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en el predio del Mayorazgo de Nava Chávez, en la Zona Arqueológica del Templo Mayor.

Los materiales integran la Ofrenda 137, que especialistas del Proyecto Templo Mayor (PTM), dirigidos por el arqueólogo Leonardo López Luján, han excavado desde abril a la fecha para recuperarlos.

“Los objetos arqueológicos se encontraban contenidos en una caja de sillares bajo tres lajas de andesita, a nivel de piso de la etapa constructiva VI de Templo Mayor (1486-1502). Al retirarlas se halló una escultura —de 21 cm de alto y 11.5 de ancho— que representa al dios Tláloc, la cual posee restos de pigmentación azul en su superficie”, detalló Diego Matadamas Gómora, uno de los arqueólogos involucrados en la excavación.

“Debajo de la pieza —añadió— se encontraron cerca de 800 conchas y caracoles; además de una figura de copal cubierta con cal que representa a una deidad de la fertilidad hasta ahora no identificada; corales red y los restos óseos de un pez globo. Todo ello, al ser materiales acuáticos, representaba al inframundo, uno de los niveles del cosmos que se encontraba debajo de la tierra (de acuerdo con el pensamiento mexica)”.

El arqueólogo refirió que abajo de dichos materiales marinos, se localizaron los 28 cuchillos de pedernal, que quizá representaban a guerreros ataviados, según los artefactos con que fueron decorados; 27 de ellos son de pedernal blanco y sólo uno —hallado al centro de la caja—­ es de color café, todos estaban colocados en dirección al Templo Mayor.

Diego Matadamas aclaró que si bien algunos de los aditamentos estaban removidos por el paso del tiempo y aspectos naturales, los cuchillos presentan máscaras de madera, algunas en buen estado de conservación en las que aún se aprecia el rasgo tallado de la boca; otros portan faldas de cascabeles de cobre, así como guajes miniatura —que quizá llevaban por la parte posterior— en representación de aquellos utilizados por los sacerdotes para colocar el tabaco y cargarlo en su espalda.

La arqueóloga Erika Robles Cortés mencionó que también poseen anillos de concha nacarada a modo de anáhuatl o pectoral circular, mismo que se observa en personificaciones de dioses guerreros como Tezcatlipoca y Huitzilopochtli.

“Además, algunos llevan dardos de madera, cetros de obsidiana negra, así como puntas de proyectil miniatura del mismo material y de diferentes tonos, elementos que se asociaban a los guerreros mexicas”, describió.

Los arqueólogos Alejandra Aguirre y Ángel González consideran que se trata de la representación de guerreros del inframundo. “Esto puede referir que los cuchillos de pedernal —encontrados en otras ofrendas anteriores, que solamente se habían visto como instrumentos de sacrificio—, bien pudieran ser personificaciones de combatientes o deidades, lo que podría cambiar el simbolismo que se tenía de de dichas oblaciones, muchas de ellas halladas desde 1978 durante la primera temporada de excavaciones del Proyecto Templo Mayor”.

La Ofrenda 137 forma parte de un conjunto de ocho oblaciones asociadas al monolito de Tlaltecuhtli (diosa de la tierra), que fueron depositadas en su lado oeste y en un solo momento, correspondiente a la etapa constructiva VI de Templo Mayor (1486-1502 d.C.).

En este sentido, el arqueólogo Ángel González señaló que las ocho se encontraban alrededor de una estructura en forma de pirámide invertida. En dichos espacios rituales se descubrieron aproximadamente cinco mil piezas, entre materiales orgánicos y artefactos, los cuales actualmente están bajo procesos de restauración e investigación, a fin de inferir a detalle su simbolismo y pertinencia dentro de las oblaciones.

“Las ofrendas son maquetas del cosmos en las que se representaban el cielo, la tierra o el inframundo”, explicó el investigador tras considerar la posibilidad de que estas ocho oblaciones hayan sido depositadas para clausurar la estructura piramidal que circundaban.

De acuerdo con el arqueólogo Leonardo López Luján, las ofrendas son actos individuales o colectivos de carácter simbólico, “en términos específicos, son el producto concreto de donaciones hechas por los fieles, con el fin de establecer una comunicación y un intercambio con la sobrenaturaleza. La posición de éstas dependía igualmente del momento en que se ofrecían; las de clausura eran colocadas sobre pisos, escalinatas o altares, y quedaban sepultadas por la nueva edificación”.

Finalmente, Ángel González señaló la importancia de registrar cada paso de las excavaciones —lo que se implementó a partir de la séptima temporada del PTM, en 2012— con dibujos en películas de acetato y fotografías de alta resolución.

“Dichas imágenes son integradas al programa de diseño de Autocad, en el que se vacían los datos de las diversas oblaciones en un plano topográfico de los vestigios del Recinto Sagrado de Tenochtitlan, esto permite ubicar patrones de colocación de los objetos, así como analizar las ofrendas que guardan relación entre sí”, concluyó.

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