A los 66 años, Plácido Domingo conserva la pasión por cantar
Verena Dobnik/AP
Sábado, 10 de Marzo de 2007
A los 66 años, Domingo está decidido a seguir en los escenarios y a mantener una agenda apretada. Foto AP
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Nueva York, E.U.A., 10 de marzo. Una maquillista desliza un lápiz sobre el párpado izquierdo de Plácido Domingo. Otra mano femenina aplica algo de goma encima de la frente del tenor, para mantener en su lugar una elaborada peluca.
Tras mirarse en el espejo de su camerino, Domingo está listo para interpretar su papel más reciente, el de un emperador chino, en un estreno mundial en el Metropolitan Opera.
Revestido con una coraza semejante a la de una tortuga, el tenor avanza con pasos largos, para entrar a escena... una vez más.
A los 66 años, Domingo está decidido a seguir en los escenarios y a mantener una agenda apretada que todavía lo hace recorrer el mundo, en una carrera más prolongada que la habitual para un tenor famoso.
"La voz es un misterio, ¿quién puede descifrarlo? Me pregunto por qué canto todavía", dijo Domingo, quien suma más de 3.300 actuaciones en cuatro décadas. "The First Emperor", compuesta por Tan Dun, músico galardonado con el Oscar, marca el 124° papel que interpreta el tenor, una cifra que supera la alcanzada por cualquier otra estrella de la ópera que se recuerde.
Y precisamente en un momento en que el público exige un teatro más realista en la ópera, Domingo muestra que conserva una estupenda condición física y que está en su pináculo como actor.
El vigor del español, que parece desafiar la edad, no sólo es evidente en su actuación, sino en su vida. Es mentor de artistas jóvenes y realiza esfuerzos personales para apoyar causas humanitarias, desde la investigación médica hasta la atención en casos de desastre (en 1985 cavó entre los escombros tras el terremoto en la Ciudad de México, que mató a cuatro de sus familiares).
Domingo es también director general de la Opera Nacional en Washington y de la Opera de Los Angeles.
Por momentos, Domingo parece tener una energía sobrehumana que lo lleva a enfrentar los nuevos proyectos de su vida. Canta todavía con potencia y su voz posee una gran riqueza, vibración y brillo.
Pero ahora se limita a aceptar papeles que requieren un registro menos agudo.
"Parte del brillo de su voz comienza a perderse", dice James Inverne, editor de Gramophone, la revista londinense. Sin embargo, las actuaciones de Domingo "son magníficas en todo sentido. Es un actor tremendo en lo visual, tanto en el escenario como en el cine. Lo posee todo".
Durante la última década su voz ha disfrutado "el más glorioso verano", consideró Inverne. "Ahora sencillamente comienza a avanzar hacia la última etapa de su carrera, y sospecho que él lo sabe".
Otrora, la gente pagaba sólo por escuchar a un gran cantante. Ahora, el público quiere también ver la interpretación verosímil de los personajes.
"No puedo pensar en sólo pararme ahí y cantar", dice Domingo. "La gente quiere creer lo que ve. No basta ser un cantante. He sido un fanático de todo esto, me gusta que la gente se involucre con el personaje, que sufra o ría conmigo y con lo que hago".
Domingo ha interpretado una amplia variedad de personajes, pero su nombre se vinculará durante mucho tiempo con uno que interpretó en 210 funciones y en cuatro continentes, el Otelo de Verdi.
El tenor regresó 101 veces para agradecer los aplausos, que duraron 80 minutos, tras interpretar a Otelo en Viena en 1991. Representó el papel por última vez en el 2002, en Tokio, durante una gira con la Opera de Washington.
El paso del tiempo ha hecho evolucionar sus interpretaciones, dice Domingo.
"La vida le enseña a uno muchas cosas. Todos tenemos alegrías y penas al paso de los años, y eso nos hace cambiar en verdad como seres humanos. Desde luego, todo eso cambia la forma de actuar".
Otros personajes que ha interpretado han requerido los recursos dramáticos más diversos, desde la voz anhelante y aterciopelada de Rodolfo para "La Boheme" de Puccini, hasta la intensidad heroica y el canto potente de Siegmund, condenado por su relación incestuosa en "La Valquiria" de Wagner.
En "Sly", de Ermanno Wolf Ferrari, sobre un alcohólico que sueña con el amor y acaba conducido a la locura y el suicidio, Domingo llevó al personaje hacia la neurosis del siglo XX.
Pese a su edad, Domingo interpreta todavía a algunos personajes más jóvenes, "pero no a Romeo", aclara. Dice que la actuación puede compensar la falta de juventud.
"Lo importante es la juventud vocal y el movimiento. Uno tiene que mostrar energía, mirarse como el héroe y ser creíble en el escenario".
Pero el año pasado, cuando encarnaba a Cirano de Bergerac, Domingo pasó un susto. A la mitad de la temporada en el Metropolitan, tuvo que dejar de cantar durante tres meses debido a una inflamación de la tráquea.
"Yo tenía mucho miedo de que ese fuera el final", dijo.
Después de recuperarse, retomó el ritmo de torbellino en su vida. "Siento esta pasión interna por hacer lo que hago. No sé por cuánto tiempo lo haré, no puedo dar fechas actualmente".
Más que cualquier otra cosa, Domingo quiere atraer al público que no se ha acercado aún a la ópera para que abrace un arte que, a su juicio, puede cambiar la vida de la gente.
En enero, "The First Emperor" fue transmitida en directo desde el escenario del Metropolitan a más de 100 salas de cine en Estados Unidos, Gran Bretaña, Noruega y Japón. Muchas salas se llenaron, y el experimento se realizará de nuevo el 11 de marzo, esta vez en 250 cines.
"Es una cosa fantástica" pero explicable, dice Domingo. Después de todo, la ópera tiene los mismos elementos que atraen a la gente al cine. "Es la traición, los celos, el asesinato. En la ópera hay lo mismo, además de romance y comedia".
"Os garantizo que si vais a ver estas óperas al cine os fascinarán, estaréis sorprendidos".
La ópera, cuyos seguidores van envejeciendo, necesita "un público nuevo", opina.
En Washington, Domingo supervisa producciones exhibidas en directo mediante una pantalla gigante en el centro comercial National, cerca del Capitolio. "La Boheme" será presentada en septiembre.
En el Covent Garden de Londres, donde una pantalla frente al teatro suele mostrar lo que se presenta en escena, Domingo ha caminado ocasionalmente entre la multitud "y la gente no me ve".
"Puedo ver lo atenta que está la gente; está absolutamente concentrada, como si estuviese dentro del teatro", relata.
Es claro que el nuevo mundo de alta tecnología no asusta a este artista que comenzó a actuar hace medio siglo con sus padres, recorriendo España y después México con sus funciones de zarzuela.
Domingo ha infundido nueva vida a ese género. Además de cantar y grabar obras de zarzuela, dirigió recientemente una orquesta para acompañar al tenor mexicano Rolando Villazón, en un disco que ya está a la venta _algunos han criticado a Domingo como director, principalmente por razones técnicas, no por su conocimiento musical_.
Las nuevas tecnologías ayudan a que Domingo se ponga en contacto con su público. La radio de satélite Sirius transmite funciones del Metropolitan todo el día, incluidas algunas en directo, y la página de internet YouTube ofrece más de 2.000 videos de Domingo.
Pero el avance tecnológico implica también nuevas exigencias. Por ejemplo, el tenor está preocupado de que el maquillaje que se le coloca en la barba blanca para oscurecerla se vea bien en la televisión de alta definición.
Lo que más emociona a Domingo de las nuevas tecnologías es la capacidad de llevar el arte a decenas de millones de personas.
"Admitámoslo, hay demasiada gente solitaria, gente que está sola", cuya alma puede ser conmovida por la música, explica.
Domingo habló durante varias horas en un estudio de televisión de The Associated Press, vestido con traje y camiseta negra. Fuera del escenario se comporta con naturalidad y con una honestidad asombrosa.
Habló también dentro de su camerino en el Met. "En cierta forma somos estudiantes todavía, y eso es hermoso", dice el cantante, quien siempre lleva consigo alguna partitura para irla repasando.
Domingo siempre está estudiando. Algunas veces recita inconscientemente las letras que está aprendiendo, ante la mesa del comedor, junto con su esposa Marta, sus dos hijos, sus nueras y sus nietos.
"Mis chicos me preguntan: '¿Papi, estás ahí? Estás memorizando, ¿cierto?", relata Domingo, quien suele trabajar en el desarrollo de sus personajes con su esposa, quien fue soprano profesional.
La familia se da también tiempo para relajarse. En la casa de descanso, situada en el puerto mexicano de Acapulco, todos juegan ping-pong, a veces hasta el amanecer.
Desde los hoteles de todo el mundo, Domingo ve el fútbol o las carreras de autos por la televisión. En Nueva York asiste a los juegos de béisbol de los Yanquis.
Esos respiros ocasionales le dan la energía para cumplir con su agenda insólita.
Unos días después de su última función en el Metropolitan, Domingo volaba a Hamburgo, Alemania, para cantar en el 40° aniversario de su primera actuación ahí. Luego viajará a España, los Emiratos Arabes y Taiwán para volver a Nueva York con escala en Los Angeles y de ahí dirigirse a Santiago de Chile y Washington _todo ello en unas 10 semanas_.
Además, piensa ya en sus papeles número 125, 126 y 127 _una grabación de "I Medici" de Leoncavallo, "Ifigenia en Tauris" de Gluck en Nueva York y "Tarmelano" de Handel en Washington.
Su 128° papel será nada menos que Pablo Neruda, en una versión musical de la película "Il Postino" compuesta para la Opera de Los Angeles, donde Villazón hará el papel del joven cartero y protegido del poeta.
En el 2009, poco más de un año antes de cumplir 70, Domingo planea interpretar por primera vez al protagonista de "Simón Bocanegra" de Verdi, descendiendo a la tesitura de barítono sólo para esa ópera.
Su carrera de tenor pudo haber concluido hace una década, reconoce Domingo.
"¡Pero canto aún! Todavía siento la fuerza y la pasión, de modo que aquí estoy".