Artesano de habanos cubanos se luce en Norwalk
James Lomuscio/AP
Sábado, 15 de Septiembre de 2007
Hernández ha captado la atención de los fumadores que compran cajas de habanos de gran calidad hechos a mano. Foto AP
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Norwalk, Connecticut, 15 de septiembre. Se sienta en un banco de madera junto a la puerta con las manos inquietas y la mirada contenta. Frente a él se encuentra el producto de su trabajo del día hasta ese momento: pequeños paquetes de cigarros con más de 50 Robustos, Churchills, Coronas y dobles Coronas.
Alberto Hernández toma una bolsa de la que extrae una hoja húmeda de tabaco nicaragüense. Extiende y aplana la delgada hoja y le corta las secciones que no necesita con una navaja pequeña en forma de media luna llamada chaveta.
"Me traje esto de Cuba. La tengo desde hace 10 años", dijo Hernández, de 65 años, en la Fábrica de Habanos de Handford Place, donde ahora es la principal atracción.
Hernández ha captado la atención de los fumadores que compran cajas de habanos de gran calidad hechos a mano en otros países. Desde que comenzó a trabajar aquí hace pocas semanas, la demanda por su producto está en alza.
"Desgraciadamente no hemos podido consolidar suficiente inventario, porque tan pronto como él hace 200 habanos, nosotros ya vendimos de inmediato unos 150", indicó Walter Amador, el gerente general de la fábrica, y comentó que cada habano tiene un costo de entre 7 y 8,50 dólares cada uno.
Algunas veces Hernández fabrica 100 habanos al día, una enorme producción, pero es algo que le resulta natural, pues se crió en la localidad de Cabaigaun, en Cuba, una región afamada por la riqueza de su suelo y sus tabacos de gran calidad.
"Cuando uno vive en Cuba, es muy común que cuando visitas la casa de alguien te pasen unas hojas de tabaco y te digan: 'Haz unos cuantos habanos mientras hago el café"', indicó Hernández.
Durante 45 años, trabajó enrollando habanos en la fábrica de Partagas en La Habana, de donde se marchó hace 14 años. Después trabajó en la República Dominicana, donde vivió hasta hace seis meses, cuando emigró a la ciudad de Nueva York.
Fue allí donde vio un anuncio en que solicitaba a un artesano en la fabricación de habanos en un periódico en español. Amador había publicado el aviso a pedido de Ronald y Brian Shapiro, padre e hijo respectivamente y propietarios de la fábrica de habanos.
De los tres artesanos que respondieron al anuncio, Hernández fue quien impresionó más a los Shapiro. Fue entrevistado por representantes de la Familia de Puros Oliva, que surte a la fábrica las hojas de tabaco nicaragüense de tres años que utiliza Hernández.
"Después de que lo entrevistaron, dijeron que era el artesano adecuado para nosotros", indicó Ronald Shapiro.
Hace un mes, los Shapiro instalaron a Hernández en un departamento en Norwalk situado en una ruta de autobuses que lo lleva hasta su lugar de trabajo.
"Todo es legal e incluso cuenta con su tarjeta de Seguridad Social. Tiene manos de oro. Incluso fabricó el banco en el que trabaja. Lo llevé a Home Depot a comprar la madera y algunas herramientas que ni conocía, y él lo hizo en un solo día", agregó Ronald Shapiro.
¿Por qué se hizo ese esfuerzo de contratar a un artesano para fabricar habanos cuando esos tabacos hechos a mano pueden ser comprados por cajas en las tiendas?
"Hay una gran fascinación de que alguien de su calibre pueda fabricar habanos a mano, pues esto nos atrae más gente", agregó Ronald Shapiro.
Un director que filmaba una película recientemente en la zona envió a alguien a comprar 75 habanos cuando se enteró de que los estaba haciendo Hernández, agregó Shapiro.
La presencia de Hernández ha sido un regalo para el Club Perfecto, una agrupación de 125 integrantes de fumadores de habanos que se reúnen en la fábrica para comprar sus tabacos, compartir tragos y jugar al póquer los jueves por la noche.
"Estamos hablando de un estilo de vida con los habanos. La gente viene aquí a relajarse", dijo Brian Shapiro.
Sin embargo, Brian Shapiro reconoció que el gran atractivo de los habanos de mediados de la década de los noventa ya ha pasado y sólo los grandes fumadores de habanos permanecen fieles.
"Hay un auge en este momento. Ahora es la gente que aprecia los habanos la que los ha incorporado a su estilo de vida", agregó Shapiro.
Uno de los miembros del club de habanos, Richard Gionfrideo, indicó que los fuma en el club y a bordo de un yate.
"Es más un asunto de camaradería, es un asunto de reunirse con los amigos", indicó Gionfrideo, cuando se acomodaba en su asiento para una noche de naipes.
Por su parte Allan Apotheker, un empleado de seguros, indicó que Norwalk es un buen punto de reunión.
"Vengo aquí porque quiero detenerme antes de llegar a casa, fumarme un habano y relajarme", indicó Apotheker.
Brian Shapiro dijo que las leyes en contra del humo del tabaco han dado impulso a los clubes de habanos, pues les ofrecen refugios poco comunes para los fumadores. Hernández les regala además el toque pintoresco del artesano que produce "uno de los pocos artículos que quedan en el mundo completamente hechos a mano", comentó Shapiro.
Sin embargo, los temores por los efectos dañinos del tabaco son realmente una antítesis de la manera como Hernández ve el mundo.
"De donde vengo, en Cabaiguan, la mayoría de la gente vive hasta los 95 años. Esto se debe a que uno se levanta por la mañana y fuma tabaco de calidad. Después uno se bebe entre diez y quince tazas de café al día, uno bebe whisky y hace el amor cinco veces a la semana", agregó.