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Danzón cubano: un "medicamento" que se baila

AP
Jueves, 26 de Abril de 2007

"Es un baile expresivo; ahora no se difunde mucho, pero antes era un buen momento para noviar", Terry. Foto:AP       ver galería

La Habana, Cuba. 26 de abril. Luisa Herrera vistió sus mejores galas para ir a bailar danzón: un largo vestido negro brillante acompañado de un elegante abanico para refrescar su suave piel de 60 años, y además se recogió el amulatado cabello por todo lo alto.

Al lado, su pareja de salón, el septuagenario Felipe Vázquez, no se quedó atrás con la fina guayabera resplandeciente sobre el pantalón oscuro y los zapatos lustrosos.

"Bailar este ritmo requiere de la mejor presencia, mostrar lo más bello", comentó a la AP con timidez Herrera, quien participó en la competencia del Festival Internacional del Danzón, organizado cada año en la isla y que convoca a los más apasionados danzarines de este género de Cuba, México y Venezuela, entre otros países.

Ellos compartieron una mesa instalada junto a la pista en los jardines de una señorial casa habanera convertida en centro de recreación, con otro dúo impecable, doña Angela Arocha y Luis Terry, él, un cubano de pura cepa y sombrero.

A su alrededor un centenar de parejas exhalaban perfumes y los brillos de las lentejuelas de sus ropas iluminaban la noche.

"Es un baile expresivo; ahora no se difunde mucho, pero antes era un buen momento para noviar", manifestó con desafiante picardía Terry, unos segundos antes de que la orquesta arrancara con sus sabrosos acordes y ellos se lanzaran al ruedo despaciosamente.

Aunque siempre produjo atracción el sabor de su música _inicialmente instrumental y posteriormente se le incorporó la voz_ el danzón no siempre fue bien visto en la sociedad.

Durante los primeros años del siglo XX a poco de nacer en la cubanísima Matanzas, muchas familias "decentes" prohibían a las jóvenes este ritmo que las despegaba de las "chaperonas" y las arrojaba a los brazos de sus enamorados, quienes además aprovechaban esos minutos de intimidad para probar algún cortejo o concretar una cita posterior.

Su singular sabor cautivó incluso al gran compositor de músca clásica y de cine estadounidense, Aaron Copland (1900-1990), que hizo famoso a mediados de los 40 su "Danzón Cubano".

Más de un siglo después, este género se niega a morir y para ello se buscan incluso nuevos adeptos entre los jóvenes de la isla y hasta atraer a los cultores de otras latitudes.

"Me fascina, me encanta... y no podía yo faltar aquí", dijo la mexicana Gilda Ramírez de Velazco, quien mostró sus cualidades en el salón de competencias del Festival sin importar que los estilos en la vecina nación fuesen algo diferentes a los de los locales.

Todos, anfitriones o extranjeros, consideraron el danzón como una suerte de ceremonia: mostrarse distinguidamente, expresarse con cortesía, que la postura sea recta, los pasos coordinados y sin excesivos contoneos. Una vez aplicada la técnica cada cual le imprimió su carácter.

"El danzón es un medicamento", bromeó sin pudor el investigador musical Luis Hernández al destacar la extraordinaria vitalidad de los danzarines que con décadas sobre las costillas giran, caminan y se mueven con agilidad durante horas.

Pero la preocupación real de los expertos son las perspectivas de futuro. "Si las actuales generaciones no la asumen como propia muere la tradición. Hay que mantenerla actualizada, el danzón es esencialmente elegante pero si es necesario, puede bailarse con pitusa (jean)", expresó Hernández.

Hernández estuvo dispuesto a aportar su granito de arena y el 1 de abril abrió una "tertulia danzonera" en el municipio capitalino de Marianao, que se reúne una vez al mes y además de fomentar el baile lo enseñará a los jóvenes de la zona.

El propio Festival tiene incluso un apartado especial para jóvenes y niños.

"La competencia y el coloquio teórico (que lo acompaña cada año) se hace como una forma de revalorización, de demostración de la vivencia o la vigencia que sigue manteniendo el danzón", explicó Juan García, coreógrafo y presidente del jurado.

Nacido de los ritmos europeos y afroamericanos, el género adquirió ciudadanía cubana en 1879, cuando Miguel Failde compuso "Las alturas de Simpson" _el primer danzón que se conoce_ en homenaje a un barrio de la ciudad de Matanzas. Hoy es oficialmente el baile nacional de Cuba.

Desde aquellos tiempos hasta estos, nuevas mezclas incluso con otros géneros como el cha, cha, cha y hasta el reguetón le dieron aliento para resurgir como el Ave Fénix de las cenizas tropicales.

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