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Un lugar tranquilo, el silencioso camino hacia los Oscar

El Discurso
Viernes, 28 de Septiembre de 2018

Con su estreno a mediados de abril, esta producción resalta por la sencillez de su argumento.       ver galería

Una de las escenas más recurrentes de Un lugar tranquilo muestra a los protagonistas avanzando en silencio por senderos de arena. Aunque esa imagen tiene una justificación dentro de la historia, para muchos significa también un símbolo sobre el futuro de la película. Aclamada por parte de la crítica y un grupo mayoritario de público, de ambos lados ya se preguntan si un filme de terror con escasos diálogos y poquísimos personajes logrará disputar el premio más cotizado del cine o quedará en el camino con el polvo bajo sus pies.

Con su estreno a mediados de abril, esta producción resalta por la sencillez de su argumento. La familia Abbot deberá evitar cualquier sonido para sobrevivir a unos monstruos que cazan guiándose únicamente por su capacidad auditiva. Esa trama sirve de trasfondo para colocar en pantalla un terror casi minimalista, amparado en un suspenso constante y en potenciar las más pequeñas expresiones de los personajes. Para ellos, un paso, un gesto o una palabra de más pueden significar el desencadenante de una muerte segura.

Sin embargo, aunque el peligro nunca deja de acechar a esta familia y el miedo forma parte sus vidas, el terror aquí no llega como premisa para arrancar de la audiencia injustificados sollozos de pánico, sino como el medio para contar una historia donde la sangre y la muerte no son protagonistas. Allí radica el primer triunfo: las personas, sus angustias y hasta cierto punto sus frustraciones, tienen más peso que otros elementos mejor cotizados pero menos profundos.

Así, este filme se sostiene sobre dos columnas esenciales: la puesta en escena y el diseño de sonido. De un lado, unos tonos ocres en la mayoría de las locaciones, la ciudad en otoño, la luz casi siempre de atardecer y una fotografía que va desde la amplitud del paisaje hasta unos primerísimos planos de los personajes durante sus situaciones extremas, confluyen para crear una perenne sensación de soledad, tristeza, miedo y resignación.

Del otro, un uso del sonido que prioriza la respiración, los pasos o el roce con los objetos, convierte en angustiosas las situaciones más sencillas y agrega opresión a una trama sin abusar de recursos típicos de los filmes sobre criaturas asesinas. Junto a ello, Un lugar tranquilo sabe jugar con el silencio y lo convierte en parte esencial de la dramaturgia. Son las escenas de total mutismo, donde la gestualidad, una mirada o la expresión del rostro se encargan de sostener la tensión, quizás las que más y mejores sensaciones de horror aportan a la trama.

Por su parte, la manera de contar la historia se erige en otra gran virtud. Aquí cada espectador está obligado a asumir una estrategia de descubrimiento y buscar su explicación sobre qué son estas extrañas criaturas y cómo la familia logró sobrevivir. Un rótulo en pantalla solo anuncia que viven el día 89 bajo la amenaza y casi de pasada aparece una frase en un periódico abandonado: ?¡Es el sonido!?. A partir de allí, todo queda a la imaginación de cada cual y a su capacidad de atar cabos.

Sin embargo, junto a la batalla entre los ruidos y el silencio, Un lugar tranquilo protagoniza otra pelea no menos importante: la que sostiene su director por evitar asumir el filme de terror solo como un producto comercial. Por momentos, John Krasinski sale victorioso y prioriza el gusto por el detalle sobre el grito fácil, así como la atención en los personajes y no en los monstruos. No obstante, en otras ocasiones no puede con la presión y el sentimentalismo le toma la delantera.

Así ocurre sobre todo en el tramo final, plagado de lugares comunes y con sacrificios vistos demasiadas veces en el cine como para conmover una vez más. Ese conformismo, junto a la puerta abierta para una secuela destinada a aclarar lo que magistralmente ahora solo deja a la intuición, nublan una película que sabe jugar con los sentidos, pero que a ratos olvida detener esa táctica en el momento justo.

No obstante, con sus escasos cinco personajes ?encabezados por el propio Krasinski y una magistral Emily Blunt?, una muy bien estructurada secuencia de persecución, solidez interpretativa sin caer en los excesos del histrionismo y una banda sonora eficaz cuando necesita imponer tensión, Un lugar tranquilo resulta un ejercicio de estilo digno de apreciar. Frente a la tentación de los efectos especiales y las grandes algarabías, esta producción tiene el mérito de optar por la gestualidad y el silencio para contar su historia de horror y muerte.

Para unos significa una gran metáfora sobre la sociedad actual y los intentos por silenciar cualquier voz distinta a la del poder hegemónico. Para otros, lo primero radica en discursar sobre el rol de la familia, la paternidad y hasta dónde uno podría llegar para proteger a los hijos. De cualquier manera, Un lugar tranquilo llega a las grandes pantallas y gana titulares desde su imperfección. Y en un año sin grandes excesos hasta el momento, una película como esta bien pudiera dejar algunas sorpresas en la carrera por la estatuilla más famosa del cine.

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