03 de Mayo de 2024 | La Realidad Política
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Archivo estimularía estudios del Holocausto en Alemania

Arthur Max/AP
Martes, 12 de Diciembre de 2006

Archivo de la Asesoría Judicial del Ejército de Estados Unidos y describe los métodos despiadados usados en los hornos de Auschwitz. Foto:AP       ver galería

Bad Arolsen, Alemania. 12 de diciembre. El joven ruso de 21 años se sentó frente a un empleado de la oficina de Asesoría Judicial del Ejército de Estados Unidos y describió los métodos despiadados en los hornos de Auschwitz, el campamento nazi de exterminio donde había estado preso hasta pocas semanas atrás.

"Yo vi con mis propios ojos cómo millares de judíos eran asfixiados con gas diariamente y arrojados por miles a fosos donde eran quemados", relató.

"Yo vi cómo niños pequeños eran muertos a garrotazos y arrojados al fuego", dijo. La sangre corría por las alcantarillas y "los judíos eran arrojados y morían allí"; otros eran descargados de camiones y lanzados con vida a las llamas.

Hoy en día se conocen abundantes y dolorosos detalles del Holocausto. Incluso las palabras del joven ruso se desprenden de una página ajada con una crudeza que transporta al lector hasta abril de 1945, cuando la Segunda Guerra Mundial ardía aún y el mundo sabía poco de las cámaras de gas, el genocidio y la "Solución Final".

Las dos páginas del testimonio, en un archivo que en raras ocasiones es retirado de un estante, están entre millones de documentos resguardados por el Servicio de Búsqueda Internacional (International Tracing Service, ITS), un organismo del Comité Internacional de la Cruz Roja.

El archivo inmenso _26 kilómetros de carpetas en seis instalaciones anodinas en una población alemana de recreo_ contiene el registro de la persecución nazi más completo que existe en el mundo. Pero por respeto a las víctimas, el ITS ha impedido el acceso del público a las carpetas durante casi medio siglo y ha suministrado información con cuentagotas a los sobrevivientes o sus descendientes, que deben seguir un procedimiento riguroso para justificar la solicitud.

Esta política, que ha generado un malestar profundo entre sobrevivientes e investigadores del Holocausto, está en vías de cambiar.

En mayo, después de años de presiones de Estados Unidos y grupos de sobrevivientes, los 11 países que supervisan el archivo acordaron abrir las carpetas a eruditos, así como a víctimas y sus familias. En semanas recientes, el director interino del ITS Jean-Luc Blondel ha estado en Washington, La Haya y el recinto conmemorativo de Buchenwald con un mensaje nuevo de cooperación con gobiernos y otras instituciones relacionadas con el Holocausto.

El ITS ha permitido que Paul Shapiro, del Museo en Memoria del Holocausto en Washington, mire las carpetas y también concedió a The Associated Press un acceso amplio con la condición de no mencionar los nombres que aparecen en los documentos a menos que hayan sido identificados en otras fuentes.

"Este es un asunto impactante", dijo Shapiro mientras hojeaba la carpeta con la declaración del joven ruso y algunos otros 200 testimonios que llevan al lector al vientre de la máquina letal de Hitler: campamentos, prisioneros, comandantes, verdugos y reclusos de confianza que servían como guardias de bajo nivel llamados kapos.

"Si alguien se sienta aquí durante un día y lee estas carpetas, tendrá una imagen muy real de lo que ocurrió en los campamentos, de cómo era tratada la gente. Mire: nombres y nombres de kapos, guardias, los perpetradores menores", dijo.

Trasladadas a esta localidad del centro de Alemania después de la guerra, las carpetas ocupan lo que fueron barracas de la Waffen-SS, la fuerza selecta de seguridad del Partido Nazi. Están depositadas en corredores prolongados de armarios, tienen rótulos bien legibles y abarrotan estantes metálicos que van del piso al techo. Solamente las tarjetas del catálogo de los documentos llenan tres salas espaciosas.

Con la misión de buscar el paradero de personas desaparecidas y contribuir a la reunificación de las familias, el ITS ha permitido que unas cuantas personas traspongan sus puertas, y ha respondido con datos mínimos a peticiones de información sobre víctimas de la guerra, aun cuando sus carpetas pudieran decir mucho más.

Podría ser que dentro un año o más las carpetas sean abiertas en forma total. Hasta entonces, el acceso permanece rigurosamente restringido. "Estaremos listos en cualquier momento. Las abriríamos hoy, si tuviéramos la luz verde", dijo Blondel.

Cuando el archivo quede disponible finalmente, los investigadores tendrán su primera oportunidad de ver una colección única de documentos sobre los campos de concentración, los campamentos de trabajo esclavizado y personas desplazadas. A partir de las listas monótonas y testimonios atroces, un historiador experimentado estaría en condiciones de hilvanar una perspectiva nueva de los años más siniestros del siglo XX desde la visión de sus millones de víctimas.

"El recuento general está muy bien establecido, pero se incorporarán muchos detalles", dijo Yehuda Bauer, profesor de Estudios del Holocausto en la Universidad Hebrea de Jerusalén.

"Existe una cantidad enorme de material muy interesante sobre una gran cantidad de campamentos de concentración de los que realmente no sabemos mucho", manifestó. "Puede contener sorpresas. No sabemos. Tiene material que nunca nadie ha visto".

Un visitante del archivo entra en contacto directo con la burocracia del asesinato en masa.

En un libro de contabilidad con una atadura y una encuadernación deshilachada, aparece la copia de una lista de judíos atrapados en redadas en Holanda y transportados a los campamentos de la muerte. Enterrada entre los nombres está "Frank, Annelise M", su fecha de nacimiento (12 de junio de 1929), su dirección en Amsterdam antes de ocultarse (Merwedeplein 37) y el día en que fue enviada a un campamento de concentración (3 de septiembre de 1944).

Frank, Annelise M. es Anna Frank (Ana Frank en ediciones de su libro en español).

Estuvo en uno de los últimos trenes que llegaron a Alemania antes de que terminara la ocupación nazi de Holanda. Seis meses después, a los 15 años de edad, tuvo una muerte anónima, uno de los casi 35.000 decesos por el tifus que hizo estragos en el campamento de Bergen-Belsen. Después de la guerra "El diario de Ana Frank", escrito en los 25 meses que permaneció escondida en un departamento pequeño con otras siete personas, se convirtió en el libro más leído que se haya escrito sobre el Holocausto.

Pero la mayor parte de las vidas registradas en Bad Arolsen no son conocidas más que por las familias afectadas.

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