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Niños recicladores de basura: un drama en Perú

Carla Salazar/AP
Viernes, 08 de Diciembre de 2006

     

Lima, Perú, 8 de diciembre. En medio de la fetidez y el humo que emana de una pila de basura quemada, las hermanitas Katy y Carol Cuba hurgan con sus pequeñas manos entre cúmulos de desechos en busca de botellas de plástico o vidrio para reciclar, en una de las más descarnadas postales de la pobreza en el Perú.

Unos metros más allá, un camión de basura descarga en la parte trasera de la casa de las niñas una montaña de desperdicios, que ellas removerán, expuestas al peligro de pincharse con agujas o cortarse con vidrios rotos, pero que es la única forma como pueden ayudar a su madre a sostener el hogar.

"Varias veces me he hincado (pinchado)", cuenta Carol sonriendo, mientras recoge dos pequeñas jeringas sin agujas, provenientes de desechos de hospital.

"Una vez me corté y me reventaron las venas", agrega candorosamente esta niña, rememorando la ocasión en que se hirió el pie con un vidrio roto.

Carol, de ocho años, no recuerda desde cuándo ayuda en esa tarea a su mamá Enriqueta Ramos. Cuando ella era una bebé, Ramos se vio obligada a dedicarse al reciclaje de basura, al quedarse sola después de que su esposo fue encarcelado por tráfico de drogas.

"Es cansado hacer reciclaje. (Nos enfermamos) de una cosa, de otra, dolores de cabeza, cortes, infecciones. Ya nos hemos acostumbrado", dice Ramos a la AP, enfrente de su vivienda hecha de ladrillos, trozos de madera y trapos.

Ramos, de 35, y sus hijos viven en un paupérrimo barrio marginal llamado "Valle Sagrado", ubicado en un desértico paraje de cerros áridos, donde el grisáceo cielo del húmedo invierno limeño ahonda la sensación de tristeza de esta zona del distrito de Carabayllo, uno de los más pobres de la capital peruana.

En este lugar llamado Las Lomas de Carabayllo viven unas 35.000 familias en situación de pobreza y extrema pobreza, sin servicios de agua y desagüe, y que tienen como su principal fuente de ingresos el reciclaje de basura, según el ministerio de salud.

Estas familias trabajan en las partes traseras de sus viviendas, lejos de las miradas de los curiosos y para evitarse problemas con las autoridades, ya que el trabajo de menores de 14 años está prohibido en Perú.

Para estos peruanos simplemente se trata de una cuestión de supervivencia, y para asegurarse el sustento diario no dudan en involucrar a sus niños en el reciclaje de basura, catalogada como una de las peores y más peligrosas formas de trabajo infantil.

Lima, de 8 millones de habitantes, carece de un plan integral para el tratamiento de las 6.750 toneladas de basura que genera diariamente, según cifras del Consejo Nacional del Ambiente.

Es un problema común en América Latina y el Caribe, donde el 45,25% de los residuos sólidos generados acaban en vertederos a cielo abierto o en cursos de agua, según cifras del Centro Panamericano de Ingeniería Sanitaria y Ciencias del Ambiente.

"Sólo un 2,2% de los residuos sólidos de la región van al reciclaje formal", dijo Diego Daza, asesor regional en residuos sólidos de ese organismo.

El resto es manejado informalmente por familias como la de Ramos, que pagan para que los camiones recolectores de basura les dejen su carga.

Las familias clasifican el material y una vez que han terminado queman lo que queda. Luego escarban entre las cenizas para rescatar restos de alambres y hierros.

Una tonelada de material reciclable es vendida en 300 a 400 soles (unos 100 dólares), según Ramos.

Señala que lo mínimo que debe obtener de su trabajo para que puedan comer ella y sus seis hijos es 20 soles diarios (6 dólares). Pero dice que a veces no obtiene ese monto, por lo que debe enviar a su hijo mayor Jorge, de 15, a uno de los cinco vertederos autorizados de la capital para trabajar los sábados reciclando basura 12 horas seguidas.

En Las Lomas de Carabayllo, la edad promedio de inicio laboral de la mayoría de niños oscila entre los 7 y 10 años, pero existe la tendencia creciente de menores que se incorporan al trabajo a una edad aún más temprana, incluso desde los 4 a 6 años, señaló un informe de la organización no gubernamental Centro de Estudios Sociales y Publicaciones (Cesip).

Expuestos al humo, además de la contaminación ambiental por explotaciones de canteras mineras y fundiciones de plomo cercanas, las principales enfermedades reportadas por estos niños son las infecciones respiratorias, según Cesip.

También padecen mareos y dolores de cabeza, males diarreicos, dolores en el cuerpo, columna y piernas, así como afecciones a la piel y parasitosis intestinal.

Además, existe el riesgo de pincharse con agujas hipodérmicas de los desechos de hospitales, cortarse con vidrios o quemarse.

"En la mañana me quemé con un fierro", dice William, de 7 años, el penúltimo de los hijos de Ramos, que revela con ingenuidad que le gusta más reciclar que ir a la escuela.

El ausentismo o el bajo rendimiento escolar es una realidad común a los niños recicladores de basura, perpetuándose así el círculo vicioso de la pobreza, según los expertos.

Jorge cursa recién el primer año de educación secundaria, pues se vio obligado a abandonar varias veces la escuela para asumir a los 9 años la responsabilidad de ayudar a su madre a mantener a sus hermanos pequeños.

Toribia Campos, una corpulenta mujer morena de voz fuerte y ronca, lideresa en Valle Sagrado, es a quien tuvo que contactar la AP para poder ingresar a esa comunidad, donde personas extrañas e incluso las autoridades sanitarias no son bienvenidas.

Eusebio Robles, funcionario de la Dirección General de Salud Ambiental, dijo que en marzo ingresó con un grupo de colegas a Las Lomas de Carabayllo, acompañados de una lugareña que les servía de guía, y empezaron a tomar fotos.

"Los pobladores se dieron cuenta y no les gustó eso. Entonces cuando nosotros regresábamos, nos pusieron botellas rotas en la pista para que no pasara nuestro vehículo", contó Robles a la AP.

Su guía tuvo que convencer a los agresivos moradores a que retiraran el bloqueo, señaló.

Campos negó que los niños trabajen en reciclaje y repitió varias veces, como una lección aprendida, que "los niños van al colegio".

Dijo que el motivo del recelo ante los extraños se remonta a hace años cuando cámaras de televisión entraron al lugar y causaron revuelo con un informe sobre los niños trabajadores de los basurales.

A partir de entonces, las autoridades prohibieron el ingreso de recicladores al relleno sanitario municipal El Zapallal, malográndoles el negocio. "Ahora están enterrando miles de soles ahí", se lamentó.

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