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Un día en el Mojave Viper: entrenamiento de Marines (I de II)

Gloria Marvic Garcia/PI
Sábado, 31 de Marzo de 2007

Incluso, la Marina norteamericana contrata a más de 500 iraquíes que servirán como "civiles" e "insurgentes". Foto:PI/Adrian SANCHEZ       ver galería

La intención es exponerlos a un ambiente similar al de Medio Oriente para facilitar su adaptación.

California, EEUU., 31 de marzo.- Como un gran escenario de película Hollywoodense los señalamientos viales, las casas, los autos viejos que circulan en un árido terreno y hasta un mercado iraquí son reproducidos fielmente en el centro de entrenamiento del cuerpo de Marines Norteamericano: Mojave Viper, ubicado en la región de Twentynine Palms.

Incluso, la Marina norteamericana contrata a más de 500 iraquíes que servirán como "civiles" e "insurgentes" durante más de un mes en el centro de entrenamiento, individuos que llegan a los Estados Unidos como refugiados o que han tenido contacto con el campo de batalla, han perdido familiares y hablan árabe a la perfección.

Su labor al interior del campo será conformar núcleos familiares, desarrollar una vida lo más parecido a la cotidianidad que se vive en Medio Oriente, enseñar algunas palabras básicas a los soldados como "sí, no, hola" y, en el momento adecuado, atacarlos y de ser posible matarlos, cual si fuera una acción de resistencia sorpresiva.

Pero no son estos los únicos actores del simulacro, también se encuentran antiguos combatientes que tuvieron la desgracia de perder algún miembro del cuerpo en el campo de batalla, los cuales servirán de guía para saber cómo reaccionar ante un caso parecido.

Su función sobre todo es más evidente cuando en uno los tres días de simulacro ininterrumpido, y tras una ronda aparentemente tranquila revienta un coche bomba o son atacados por inesperadamente, en medio del ruido y la sangre los Marines descubren que uno de sus compañeros ha perdido las dos piernas o un brazo y tendrán que reaccionar con premura sobre el destino del soldado, si éste podrá ser trasladado a un centro de atención militar o llevado en helicóptero a otro país como Alemania.

Y mientras la sangre de utilería corre por las paredes de las casas fingidas, los ataques continuarán por parte de los "enemigos" insurrectos recogidos en sus escondites o disparando por las ventanas.

"Es una representación muy realista, a lo largo de 30 días la gente comienza a llegar al poblado, va habitando las casas y al final del mes suman casi 500 a los que se les paga de 150 a 200 dólares por día. Pero es en los últimos cuatro días que el poblado llega a una actividad del 90% en comparación con una comunidad en Irak. En esas últimas jornadas no hay pausa, ni regreso, inician los recorridos y de pronto, hay un insurgente que lanza una bomba y mata a los soldados."

Relata en entrevista el fotógrafo de la agencia Prensa Internacional Adrián Sánchez-Gonzalez, quien, al lado de los Marines se sumergió en la dinámica del entrenamiento y tras bambalinas y en acción, presenció los pormenores de la estrategia urdida en el Mojave Viper.

"En tres horas que estuvimos ahí murieron el 50% de los soldados, era su primera experiencia, pero apenas el 10 o 15% sobrevivió, pero ya habrá otra experiencia cuando después de otros 30 días regresen y aprenderán la lección", añade.

Como testigo de los hechos, el fotógrafo relata con su lente, pero a la vez participa, se escabulle en un tiroteo, y su frente se perla de sudor como si fuese un escenario real. Experiencia similar han atravesado los soldados quienes avanzan en un principio con la duda en la mirada, aunque con la convicción de que ese simulacro los hará más fuertes.

"Los soldados no pueden esperar a llegar a Iraq sin haber tenido un reconocimiento del ambiente, y sin haberse preparado para reacciones rápidas, será un momento de tomar decisiones", relata Sánchez-Gonzalez.

Cual si fuese una "realidad paralela" los soldados avanzan en un territorio hostil, no pueden establecer relaciones con la población que les desconcentre y les haga perder de vista su objetivo: "controlar la insurgencia y lograr la instauración de la paz".

Adrián Sánchez se acerca a ellos en su hora de comida, están uniformados y sabe que su "Código de Unifrome" no les permitirá expresarse sinceramente sobre sus expectativas al llegar a Irak, sin embargo, se les acerca para conversar, parecería que el morir en el simulacro les da fuerzas, les hace pensar que han muerto en medio de una ficción, pero eso no les ocurrirá allá.

"Les hacen creer que son como superhéroes, relata. Cuando les dicen que regresarán a Irak (porque algunos de ellos ya han estado en batalla) creen que las cosas serán mejores, de alguna manera, el entrenamiento los pone contentos" o al menos eso es lo que expresan.

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