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NACIONALES: Coyunturas internas se entrometen en relaciones México-EEUU

Nestor Ikeda/AP
Jueves, 09 de Noviembre de 2006

Sin duda será dificil la relación de México-Estados Unidos con el cambio de gobierno de Felipe Calderón. Foto:AP       ver galería

Washington. EE.UU. 9 de noviembre. En su visita a Washington que concluyó el jueves, el presidente electo Felipe Calderón ha encontrado interlocutores preocupados no necesariamente por México sino por la profunda pérdida de su propio poder político.

Pero en la visita, que debía estar dedicada a la nueva era de las relaciones con Washington, se entrometieron también cuestiones de la coyuntura interna mexicana que le adelantan tiempos igualmente difíciles en su gobierno que inicia el 1 de diciembre.

Calderón dijo que se marchaba satisfecho porque cerraba un capítulo de frustraciones en las relaciones bilaterales y abrió otro que calificó de esperanza y prosperidad económica, con "valores universales compartidos de libertad, democracia, cooperación y derechos humanos".

Calderón habló con energía de los temas de urgente tratamiento bilateral en las relaciones con Estados Unidos, pero no se libró de que un pequeño grupo callejero le refrescara el oído con estridentes estribillos sobre los problemas que le esperan en México, incluido el de las protestas en Oaxaca con su secuela de potenciales violaciones de derechos humanos.

El presidente electo llegó a la Casa Blanca unos cinco minutos antes de que salieran del mismo lugar legisladores demócratas que van a tener el control de ambas cámaras del Congreso a partir de enero y que estuvieron allí invitados por el presidente George W. Bush para un almuerzo.

Calderón encontró así a un Bush que no sólo acababa de comer en un ambiente agridulce por la derrota electoral que le valió la pérdida del control legislativo sino todavía reponiéndose de la penosa destitución, como secuela, de su poderoso secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, estratega de su gabinete en la guerra contra Irak.

Calderón llegó también en momentos en que Bush era criticado por analistas como poco efectivo en su política latinoamericana para evitar el retorno al poder del ex presidente Daniel Ortega, el icono nicaragüense de la Guerra Fría y figura protagónica de un escándalo que remeció la estabilidad del entonces presidente Ronald Reagan.

El sucesor de Rumsfeld, Robert Gates, un ex director de la CIA, tuvo en los 80 una activa participación en los temas relacionados con Nicaragua y Ortega. El hecho de que Gates y Ortega llegaran coincidentemente otra vez a la notoriedad internacional actualizó aún más las animosidades del pasado entre Nicaragua y Estados Unidos.

"Difícilmente se hubiera podido escoger una fecha peor para una visita a Bush", dijo un periodista mexicano que acompañaba a Calderón en el viaje de dos días. "Vino dos días después de una elección que desde hace tiempo se dijo que iba a ser un referéndum sobre Bush".

Pero aparentemente Calderón quiso jugar con analogías. Recordó en una rueda de prensa que se entrevistó con Bush el 9 de noviembre, fecha en que "el mundo recuerda" la caída del Muro de Berlín, símbolo de división entre la libertad y la opresión durante la era soviética.

Calderón le habló a Bush de su preocupación por la construcción de un muro en un tercio de la frontera común, una iniciativa que Bush bien pudo haber vetado, pero no lo hizo y firmó la ley dos semanas antes de la entrevista y con un aparente ánimo de mostrar a los electores que estaba trabajando contra la inmigración ilegal.

Pese a sus problemas, Bush tuvo una respuesta que pareció firme y que el propio Calderón se encargó de comunicar a los reporteros: Estados Unidos seguirá adelante en la ejecución del muro porque es parte de su interés nacional.

Calderón arribó a dos de sus actividades más importantes en Washington en medio de un bullicio armado apenas por unos 10 manifestantes que pedían a través de un altavoz más libertades en México, menos represión y que no asuma la presidencia porque, según le gritaban, "has ganado con engaño".

Macrina Cárdenas, una activista de Michoacán, la tierra de Calderón, se encargó del bullicio a la llegada del presidente electo a una reunión el miércoles con dirigentes de los grupos hispanos más importantes de Estados Unidos y el encuentro con Bush en la Casa Blanca al día siguiente.

Calderón dijo en la víspera que había venido a pedirle a Bush no una ayuda para que México solucione sus propios problemas sino que se pongan las cartas sobre la mesa y se descarten las que no tienen posibilidad de victoria.

El descarte parece que lo empezó él mismo cuando después de la entrevista con Bush dijo que la inmigración dejaría de ser el tema único en las relaciones con Estados Unidos y que esperaba concentrarse en la promoción de inversiones para generar "buenos empleos" que eviten la fuga de talentos.

Esa aclaración lo aparta de la política de Fox, su correligionario de partido, y parece cerrar un capítulo que sólo había significado frustraciones para los mexicanos.

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