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El Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México: ecocidio, riesgos y opacidad

QARA KOZ*
Martes, 20 de Enero de 2015

El proyecto fue dado a conocer el 3 de septiembre pasado. Foto: Presidencia de la República.       ver galería

El Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México: ecocidio, riesgos y opacidad


> Advierten urbanistas y ambientalistas que construir un edificio de esas dimensiones sobre el suelo de lo que fue un lago significa condenarlo a hundirse

> Académicos plantean activar aeropuertos aledaños a la Zona Metropolitana


Unos días después del anuncio presidencial sobre la construcción del nuevo aeropuerto, esta reportera buscó entrevistas con pilotos en activo. Los pocos que accedieron a conversar con ella le dijeron que se les había prohibido hablar con periodistas sobre el proyecto aeroportuario. Sus empresas les había comunicado por escrito que su empleo peligraba si daban alguna declaración. Desde el anuncio de la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) el gobierno federal ha mantenido el proceso en total opacidad: no se conocieron los proyectos alternativos al ganador, ni se permitió una discusión acerca de la viabilidad de la región elegida.

El 3 de septiembre, el presidente Enrique Peña Nieto anunció la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) con un costo de trece mil millones de dólares. A pesar de las presiones para que no se publicaran críticas al proyecto, miembros de la comunidad científica y pilotos retirados dijeron a esta reportera que el plan implica severos riesgos para los usuarios, además de que supone la expulsión de más de cien especies de aves y la destrucción de un ecosistema que previene inundaciones en la capital del país.

En 2002, el gobierno federal anunció un proyecto similar, también ubicado en la región del Lago de Texcoco. Sin embargo, el entonces presidente Vicente Fox se vio obligado a cancelarlo por la movilización de los campesinos del municipio de San Salvador Atenco, que se negaron a que sus tierras fueran expropiadas al precio que ofrecía el gobierno, menos de un dólar por metro cuadrado. Cuatro años después, el 4 de mayo de 2006, la Policía Federal Preventiva y la policía estatal irrumpieron en San Salvador Atenco, con un saldo de dos menores de edad muertos y más de una decena de mujeres violadas por elementos policiacos. Los agentes que reprimieron al movimiento de Atenco respondían tanto al gobierno federal, encabezado por el presidente Fox, como al entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto.

En esta ocasión, el gobierno anunció la construcción del NAICM en terrenos federales. No deberá expropiar ni un metro cuadrado. Por el contrario, en los últimos años ha realizado una labor sigilosa de división de las comunidades campesinas, cambios de régimen de propiedad de la tierra y compra de pequeños predios.

América del Valle, dirigente del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, contó que desde 2010 el gobierno federal corrompió a los comisariados ejidales para modificar el régimen del ejido (una propiedad comunitaria que data de la Revolución Mexicana) a propiedad privada, y facilitar así la venta en pequeña escala al gobierno federal. En 2001 ofrecía siete pesos con veinte centavos el metro cuadrado (menos de un dólar). A partir de 2010 compró a ciento cincuenta pesos (11 dólares).

> Alerta ecológica

El NAICM se construirá a cinco kilómetros del aeropuerto actual, en cuatro mil seiscientas hectáreas de la Zona Federal del Lago de Texcoco. El proyecto, diseñado por Norman Foster y Fernando Romero, (yerno del hombre más rico mundo, el magnate de las telecomunicaciones Carlos Slim) comenzará a funcionar, parcialmente, en 2018. Contempla tres secciones que forman una sola terminal con noventa y cinco puertas de embarque y seis pistas. Dentro habrá un jardín de cactáceas con exhibición de piezas antropológicas, centro de negocios, otro de investigación agrícola, una universidad, restaurantes, gimnasios, tiendas y hoteles.

Urbanistas y ambientalistas coinciden: construir un edificio de esas dimensiones sobre el suelo de lo que fue un lago significa condenarlo a hundirse: “El perímetro del aeropuerto actual es el área con más hundimiento diferencial de toda la zona metropolitana, entre veinte y treinta centímetros cada año, por lo que la nueva terminal aérea se inundará sin duda”, afirmó el maestro Mario Garza, académico de la Universidad Iberoamericana y experto en Protección Civil y Prevención de Desastres.

Los hundimientos en esa zona no son una especulación de los especialistas, sino una realidad comprobada por el gobierno federal. En 2008 se construyó una ampliación del aeropuerto actual, conocida como Terminal Dos, con un costo de ocho mil quinientos millones de pesos (unos 600 millones de dólares). A sólo seis años de su inauguración, su hundimiento ha sido tal que se calcula un costo de mil millones de pesos (setenta millones de dólares) para nivelarlo. Según Garza, ya existe la tecnología para construir sobre suelo que no está fijo y evitar inundaciones, pero esas técnicas elevarían su costo en un 30 o 40 por ciento y requeriría mantenimiento constante.

La construcción del NAICM representará también un riesgo para la Ciudad de México. De acuerdo con Luis Zambrano, investigador del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Zona Federal del Lago de Texcoco le presta un servicio ambiental imprescindible a la capital del país: funciona como el vaso regulador en épocas de lluvia, al acumular los excesos de agua y evitar así posibles inundaciones. Al desaparecer ese vaso, la Ciudad de México incrementará su probabilidad de anegarse.

La Zona Federal del Lago de Texcoco era un ecosistema de lagos. Desde los asentamientos prehispánicos en el Valle de México, los humanos iniciaron un proceso de desecación. Actualmente sólo quedan algunos espejos de agua, como el llamado “Nabor Carrillo”. Sin embargo, la zona sigue siendo destino de unos cien mil ejemplares de aves migratorias que, cada invierno, llegan de Estados Unidos y Canadá, como el casi extinto halcón Accipiter striatus, la garza blanca o la gallereta.

Edificar un aeropuerto ahí significa poner en peligro la anidación y reproducción de por lo menos cien especies, advirtió José Luis Luege, ex titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.

Las aves migratorias son también un peligro para los viajeros. El piloto retirado Alejandro Zapata, que sirvió 36 años en Aeroméxico, asegura que las aves dañan los aviones cuando se impactan con ellos. Hasta ahora, afirma, los pilotos sólo se han enfrentado a las pequeños pájaros de ciudad, pero si un animal de varios kilogramos de peso se introduce en una turbina, podría tirar un vuelo.

La ubicación del NAICM representa otro problema para los pilotos. El capitán Carlos García, con treinta años de servicio en la extinta Mexicana de Aviación, afirma que la capital mexicana tiene una elevación de siete mil 341 pies sobre el nivel del mar, lo que perjudica el rendimiento de los motores en un 10 o 20 por ciento. Un aeropuerto construido a cinco kilómetros sufrirá el mismo problema.

“El mayor peligro para los pilotos es un fenómeno llamado wind shield, que se produce en lugares donde los vientos chocan con montañas y provocan corrientes. En la Ciudad de México este fenómeno tiene lugar entre las montañas del sur, en el cerro del Ajusco, y las del Vaso de Texcoco. El viejo aeropuerto está localizado entre estas dos zonas montañosas y el nuevo lo estará también”.

> Sin equipo de búsqueda

El gobierno federal argumentó que el actual aeropuerto llegó a su máxima capacidad con treinta y dos millones de pasajeros anuales. La saturación sí se solucionará con el NAICM, que tendrá una capacidad de ciento veinte millones al año. Sin embargo, traerá consigo una consecuencia: se cuadriplicará la contaminación aérea, advierte el académico Zambrano.

El proyecto tampoco se plantea resolver un rezago histórico: la falta de un equipo de Búsqueda y Salvamento con estándares internacionales, capaz de acudir de inmediato a un rescate en caso de siniestro, lamenta el capitán Zapata: “hace muchos años le pagaban una sobretasa a los pilotos extranjeros por aterrizar en México. Decían que era peligroso pero lo que realmente pasaba es que no había un equipo de este tipo… Digamos que viene volando un avión de Nueva York y se cae en la Sierra Madre Oriental: no existe un equipo de búsqueda que trasladen de inmediato”.

Garza, el investigador de la Universidad Iberoamericana, cuestionó la insistencia en edificar el aeropuerto en la zona del Lago de Texcoco. Desde 2001 se había propuesto la zona de Tizayuca, en Hidalgo, que no compromete el medio ambiente ni representa riesgos para los usuarios: “Ahí no hay mayor riesgo: no es zona sísmica, no se inunda porque es suelo firme y no llegan parvadas de aves, aunque está más alejado del centro del Distrito Federal”.

Zambrano, investigador de la UNAM, sostuvo que otra solución consistiría en reactivar los aeropuertos que rodean la Ciudad de México: “¿Por qué tenemos que tener sólo uno y además que sea el tercero más grande del mundo?”.

Para él, la respuesta está en fortalecer las terminales aledañas como Toluca, Cuernavaca, Puebla o Querétaro, así como la red de trenes y carreteras, de modo que el tráfico aéreo no se concentre en un sólo punto y se reactiven distintas economías del país.

*Reportera independiente.

**La reportera buscó a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes mexicana y al arquitecto Fernando Romero en busca de una réplica y no obtuvo respuesta.

*** Artículo publicado en la revista alemana Amerika Nachrichten en octubre de 2014.

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